En su punto más ancho, el miriñaque podía alcanzar una circunferencia de hasta seis metros, aunque a finales de la década de 1860, los miriñaques empezaban a reducir su tamaño. El tamaño del miriñaque solía dificultar el paso por las puertas, la subida a los carruajes y los desplazamientos en general. Las crinolinas las llevaban mujeres de todas las clases sociales en todo el mundo occidental, desde la realeza hasta las obreras. Esto dio lugar a un amplio escrutinio y crítica por parte de los medios de comunicación (...)
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