Cuando un turista ve algunas escaleras, le entran los siete males pensando en que tiene que alcanzar la cima. En otras, además, está el añadido de ser demasiado empinadas, resbaladizas o, simplemente, interminables. Las hay antiguas y modernas, construidas con metales o sobre la roca, en templos religiosos o en parques acuáticos, pero todas tienen en común que son aterradoras.
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