Un equipo de científicos alertaba de un aumento constante de la presencia en la atmósfera de clorofluorocarburos, los temidos CFC que destruyen la capa de ozono, a pesar de que su producción lleva años prohibida a nivel internacional por el protocolo de Montreal. Las mediciones realizadas desde distintos observatorios del planeta, indicaban que las emisiones globales de un tipo concreto de este gas, el CFC-11, habían experimentado un aumento constante desde el año 2013 y apuntaban a una posible procedencia del susudeste asiático.
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