Fuimos a comulgar y pregunté al cura: “Padre, ¿qué es la hostia?” Sin contestar me dio un guantazo que me tiró escaleras abajo. Al caer el oído me empezó a sangrar. A continuación bajó aquellas escaleras, se dirigió hacia mí, me cogió por el cuello de la camisa y me dijo: “Lo que yo te he dado es una hostia pero lo que tú vas a recibir es la sagrada comunión.” Desde aquel día estoy sorda del oído izquierdo.
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