El matemático Enrique Vidal, de la Universidad Politécnica de Valencia, llevaba más de una década persiguiendo un objetivo: ayudar con tecnología a la lectura y transcripción de manuscritos antiguos. Pero encontraba una muralla de dificultades. Durante siglos la ortografía y los trazos han variado tanto que «resultaba muy difícil enseñar a un algoritmo a identificar las palabras». Por ejemplo, enero se escribía con hache o sin ella, barco a veces con uve. Ahora han detectado documentación novedosa sobre el descubrimiento español de Australia.
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