Los niños con el síndrome de Hallervorden-Spatz desarrollan deterioro mental paulatino, acompañado de convulsiones, distonía muscular, temblores, disfagia y un largo etcétera de efectos secundarios. El curso de esta dolencia, de herencia genética autosómica recesiva, es progresivo y tiene un desenlace fatal en pocos años.
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