Sus médicos lo llevaron a la frontera. Así era más rápido: si donaba en Suiza, el proceso se enlentecería rellenando papeles y autorizaciones. La enfermera en Annemasse, Francia, podía ver por la bolsa de sangre destinada a París que esta era bastante inusual. Pero cuando leyó los detalles, se le abrieron los ojos. No había duda que era imposible para este hombre estar sentado a su lado, no solo vivo, sino también sano.
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