El 24 de mayo de 1975 el puerto de Hamburgo se convirtió en improvisado escenario para un espectáculo que en sí no tendría nada de extraordinario, como era la llegada de dos buques. No eran del tipo de nave que suscita la curiosidad del espectador, como pasa con los cruceros o los barcos de guerra, sino simples mercantes, y aún así más de treinta mil personas se agolpaban en las dársenas para verlos arribar y atracar en lo que era un recibimiento por todo lo alto.
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