Los privilegios son un asunto complejo. En infinitas ocasiones no somos conscientes de tenerlos y es por norma general el oprimido quien antes empieza a observar las desigualdades del sistema. Al mismo tiempo, reconocer el privilegio individual resulta molesto, porque a nadie le gusta verse señalado y cuestionado por algo que le suele venir de nacimiento y de lo que, en más de una ocasión, se ha aprovechado.
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