Cuenta una leyenda de la Antigua Grecia que a un rey de Frigia le fue concedida una rara habilidad. La gracia del soberano al que decían Midas era convertir en oro aquello que tocara, pero poco después de adquirirla gracias a Dionisos –dios del exceso–, el monarca cayó en la cuenta de que era un arma de doble filo. Ciertamente, si Midas tomaba una manzana en sus manos la transformaba en metal precioso y era la envidia de todos; sin embargo, la manzana perdía su razón de ser al no poder ser degustada: manzana dorada igual a manzana arruinada.
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