Hace un siglo y medio, un sintetizador de voz era un sueño inalcanzable. A pesar de todo, consiguió crearlo un gallego de Cotobade, Severino Pérez Vázquez, que patentó el Tecnefón, una especie de piano de pared que, por un sistema de teclas y fuelles, hablaba. Tecnefón no construyó grandes frases, pero funcionó. Presentado entre aplausos en Madrid, solo la burocracia impidió el triunfo de una invención tan original.
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