Narran las crónicas que una vez asentado en Roma, el mismo Heliogábalo encabezaba cada solsticio de verano un gran festival al que todo el mundo estaba invitado, siendo un hecho muy popular entre las masas, ya que en el mismo se repartía abundante comida, gratuitamente. Además, obligaba Heliogábalo a los senadores a observar cómo danzaba alrededor de la piedra del dios al son de la música. No podía faltar la debida procesión
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