Invierno de 2093, escribo desde mi ventana en un edificio de apartamentos de Nagano. Dentro de unos días cumpliré 25 años y, como muchas otras veces, vuelven a mi memoria y a mi diario los recuerdos de mis abuelos y mis padres sobre su tierra perdida, que no olvidada, de la que aquellos tuvieron que salir, para no volver nunca, una tarde de Marzo de 2011: Fukushima.
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