Confieso que la historia de Franklin me ha conmovido, como estoy segura de que conmoverá a muchos lectores, por su tesón, por sus ganas de aprender, por su interés en salir de la difícil situación económica en que se encuentra su familia. Y me ha conmovido también porque ahora que dedicamos tanto tiempo y tanta letra impresa a quienes nada hacen, a los corruptos y vagos de solemnidad, bien merece la pena dedicarle unos minutos de atención
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