La expedición a México de Narváez llevaba a bordo a 900 soldados españoles, junto a un puñado de esclavos negros, caballos y armas de fuego. Uno de estos esclavos, Francisco de Eguía, se convertiría, sin saberlo, en el arma biológica secreta de los españoles para doblegar al imperio Azteca y, de paso, al resto de los indígenas que tuvieron la mala suerte de toparse en su camino.
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