Cuando se piensa en una empresa innovadora, el nombre de Apple viene de inmediato a la mente. Economistas y expertos en marketing nos dicen que ese tipo de compañías son el resultado de la genialidad de un grupo de ingenieros y del coraje de financistas que se arriesgaron. En esta historia de éxito el Estado no tiene ni siquiera un papel secundario. La realidad es muy distinta, y el Ipad no existiría sin el gasto del gobierno de EEUU en la carrera espacial.
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