Las playas de Argelès-sur-Mer son una delicia. Largas lenguas de arena fina y dorada frente al manso Mediterráneo. Uno sabe que allí, disfrutando de una de patatas fritas de chiringuito, se encuentra el epítome del turismo de clase media en busca de atardeceres y distracciones de mil colores. Hace ochenta años la vida no era bandera azul en estas playas. Hubo una España que se quedó atrapada en los alambres que cercaban las playas cuando en vez de paraíso, infierno.
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