Otros dicen que escriben para que les quieran más. Se lo he leído a García Márquez y a Bryce Echenique. Yo, por el contrario, escribía para que me quisiesen menos. Era un chico que despertaba muchas expectativas; mis padres, mis profesores, proyectaban sobre mí exigencias que nunca habría podido cumplir. Como era o soy demasiado amable resultaba fácil invadir mi territorio, pretender cambiarme o ni siquiera eso, confundirme con otro. Empecé a escribir, a mostrar mundos oscuros y violentos.
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