Cuando se estaban haciendo obras de restauración en uno de los muros de la catedral de Viena apareció una impresionante pintura datada a comienzos de siglo XVI. Todos los indicios estilísticos apuntan a que sería una obra del maestro renacentista Alberto Durero, aunque no se tienen noticias de que el artista haya estado en Viena. Aunque una relectura de algunos episodios de su vida, que lo relacionan con el emperador Maximiliano de Austria podrían situar a Durero en Viena, ya que el monarca había pedido que "marcase algo grande en la pared".
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