El 30 de noviembre, San Andrés, mi abuela Maritxu me hacía siempre uno de mis regalos favoritos: “Vete a la librería Zubieta, elige el libro que quieras y que nos lo apunten en nuestra cuenta”. Se lo conté ayer a doña Rebeca Llaguno. Es una maestra jubilada que vive en Yatzachi, un pueblo remoto, pequeño y menguante de la Sierra Juárez (Oaxaca, México). Como era víspera de San Andrés y yo ya no tengo abuelas, doña Rebeca entró en su habitación y salió con un regalo para mí: un librito amarillento de 1985.
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