Es un poco triste que el nombre de Emily Rosa haya caído en el olvido y, en cambio, siga siendo habitual encontrarse el de la terapia cuya falsedad demostró, pero ya se sabe que hay campo abonado para la hidra, no de siete sino infinitas cabezas, que es la pseudociencia en sus múltiples variantes. Así que reivindiquemos aquí a esta niña que, además, fue la persona más joven en publicar un artículo de investigación, en una prestigiosa revista médica hace dos décadas.
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