Frente al cartón, me tiemblan las piernas. La mirada nerviosa del camarero. La cola se revuelve a mi espalda. Un tipo alza la cabeza sobre mi hombro y me respira en el cogote mientras busca algo con piña. El camarero golpea nervioso su abrelatas contra una nevera, haciendo sonar un merengue epiléptico. Mil formas y colores. Mil precios. Los nuevos. Los extras. Con o sin cucurucho. Una gota de sudor recorre mi espalda. Suena la música de Psicosis. El tiempo se agota. Trago saliva. La guadaña está a punto de caer.
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