Sócrates decía que la vida no examinada no valía la pena vivirse. Pero Sócrates estaba contento consigo mismo. En cambio el personaje dostoievskiano de Memorias del subsuelo dice: “Les juro, señores, que una conciencia demasiado lúcida es una enfermedad”. Y más adelante: “¿Qué hombre, en plena posesión de su conciencia, podría respetarse?”
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