Hard Rock Café, DC Shoes, Abercrombie. Palabras como esas reclaman a diario nuestra atención. No solo desde vallas publicitarias, sino desde el pecho de ciudadanos corrientes, desde sus camisetas. Es comprensible que cualquiera de nosotros pueda ser un anuncio andante de una marca que, por la razón que sea, pueda gustarnos. Al fin y al cabo no tenemos posibilidad real de que nos paguen por hacerlo. Con los deportistas es diferente.
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