Lo revela la cantidad de muertes, porque aparte de las 498 causadas por el terrorismo de signo diverso -desde ETA a grupos ultras-, debemos sumar las 134 de la violencia institucional, de las que la mayoría fueron producidas por los cuerpos policiales y en un caso, el del joven anarquista Agustín Rueda, por funcionarios de prisiones.
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