La primera historia de "poner un cuatro" se relaciona con un juego de la baraja española que se conoce como 'brisca'. En él, la carta de menor valor es el 2, y a ésta le sigue el 4; durante el juego, en la penúltima ronda o mano —conocida como "arrastre"— se acostumbra tirar la carta más baja que se tiene con el fin de conocer el juego de los oponentes. Como tirar un 2 sería demasiado obvio, "poner un cuatro" funciona como un señuelo para que los demás revelen su juego.
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