Durante siglos se había contado que, durante la Semana Santa, los judíos crucificaban a un niño cristiano de la misma forma que ellos habían crucificado a Cristo. Esta vez se creyó. No los inquisidores, que no se dejaban fácilmente engañar, sino el pueblo. La historia del Santo Niño de La Guardia fue el detonador. Los que pedían la expulsión de los judíos arrancaron la decisión a Isabel.
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