El sábado 26 de abril de 1986, el reactor 4 de la planta nuclear de Chernóbil saltó por los aires. 29 años después, el número de víctimas mortales a consecuencia de la radiactividad es incalculable. Además, el sarcófago original se está resquebrajando en torno al núcleo y la radiación se vuelve a escapar. La falta de presupuesto ha provocado que el nuevo no esté listo hasta 2018. La acción política ha conseguido que la influencia de la radioactividad en el aumento de muertes prematuras por cáncer apenas se vea reflejada en las estadísticas.
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