La imagen que tenemos del Londres de la segunda mitad del siglo XIX es el arquetipo de las novelas de Sherlock Holmes, es decir, días grises y con una niebla espesa que por las noches convertían las calles en un tétrico escenario para las fechorías del doctor Moriarty y de Jack el Destripador. En realidad, estadísticas en mano, Londres tiene menos días de niebla que la mayoría de ciudades españolas..
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