Podemos sabernos bendecidos de no haber nacido en la Europa del siglo XVII, de lo contrario tendríamos al pescado en la sopa y –literalmente– a los humanos en la medicina. La idea de que podíamos obtener la fuerza y la salud de algún ser con sólo consumir su carne no sólo se relacionó con los animales: durante este periodo fue muy común que la gente utilizara polvo de huesos o cadáveres pulverizados para calmar sus afecciones. Incluso las mentes más brillantes de la época avalaban la posibilidad de una transferencia de fuerzas.
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