En 1938, con el estallido de la Segunda Guerra Mundial en el horizonte, Sir John Anderson fue puesto a cargo de los preparativos para defenderse de los ataques aéreos en Gran Bretaña. Encargó a los ingenieros diseñar un refugio barato y sencillo que pudiese ser distribuido a la población. El resultado: el Refugio de Anderson. Los refugios se distribuyeron de forma gratuita a los residentes más pobres. Residentes más ricos podían comprar uno por un módico precio.
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