Fischer había saltado a las portadas de las grandes publicaciones después de aplastar a tres rivales de primera magnitud con una demostración de superioridad jamás vista en los cinco siglos registrados de competición ajedrecística. Antes de medirse a Spassky, expresó el deseo de cobrar más dinero. El mundo contempló con desagrado su actitud. Iba a comenzar el acontecimiento deportivo del siglo y uno de los dos protagonistas no se digna aparecer. Era un enemigo para la propaganda soviética, sin embargo, en EEUU estaban encantados con su héroe.
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