Había abandonado Biarritz en un vuelo recto y decidido, y a los treinta y cinco minutos se presentaba en San Sebastián. Embocó la entrada de la bahía, dio una vuelta por la Concha, llegó al campo de Ondarreta y aterrizó sin novedad alguna. El público no sabía cómo expresar su admiración. (San Sebastián, 1910)
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