Corría el año 889 y Al-Andalus se extendía por buena parte de la Península Ibérica. Allí convivían musulmanes, judíos y conversos en una mezcla que dio lugar a los hitos culturales de todos conocidos. Los cristianos que habían quedado bajo el gobierno musulmán tenían dos opciones, o convertirse o buscarse la vida. O ambas si la cosa se ponía fea. Esto es posible que les ocurriese a un grupo de ellos de la localidad de Pechina en lo que hoy es Almería.
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