La tumba de Franco fue objeto varias veces de atentados terroristas, sin víctimas, cuyo teórico objetivo era destruir un monumento de celebración a la figura del dictador. El de 1962, coordinado desde París, se salgó con cabezas de turco a los que torturaron para que confesaran un crimen que no habían cometido, y sin grandes daños. El Grapo lo intentó de nuevo en 1999, causando mayores daños materiales, aunque sin llegar a poner en peligro la construcción. El último, de ETA en 2005, en los jardines, tuvo aún menor efecto.
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