En el año 529, un abad, Benito de Nursia, fundó en lo alto de una colina muy cerca de Roma una abadía. Para hacerlo tuvo que destruir un antiguo templo romano dedicado al dios Apolo. Benito de Nursia fue hijo de un noble romano y por su condición privilegiada su vida hubiese transcurrido entre comodidades y lujos, pero cuando contaba alrededor de 19 años, abandonó su tierra y se marchó a Subiaco, a unos 70 Kilómetros de Roma, aparentemente para escapar de una fuerte decepción amorosa. Allí se aisló en una cueva y se convirtió en ermitaño.
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