Había un mapa en la pared y el jefe de nuestro equipo, un norteamericano, sugirió que viéramos cuál era el río más cercano y le pusiéramos su nombre al virus. El río era el Ébola. De modo que a las tres o las cuatro de la mañana ya teníamos un nombre. Pero el mapa era reducido y poco preciso. Solo después supimos que el río más cercano era en realidad otro diferente. Pero ébola es un nombre bonito, ¿verdad?
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