De modo que así es como se sienten un astronauta en su nave, un marinero en un submarino y un preso en su celda. Enclaustrados. El confinamiento obligado por la pandemia de coronavirus nos ha situado de un plumazo en una nueva realidad, en la que nuestro mundo queda reducido a las cuatro paredes del hogar. Sin vocación de ermitaños, no estamos hechos para esta reclusión; menos aún en España, donde somos devotos del salir, del contacto social, del sol, las terracitas y los atascos a las dos de la mañana. Y mucho más ahora que la primavera acaba
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