Frases y fragmentos de libros
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Filosofía, Metafísica y Teología

Hacer filosofía es como buscar un gato negro en una habitación oscura sin ventanas.

Hacer metafísica es como buscar un gato negro en una habitación oscura sin ventanas en la que no hay ningún gato.

Hacer teología es como buscar un gato negro en una habitación oscura sin ventanas en la que no hay ningún gato y gritar de repente... ¡ya lo tengo!

Anónimo

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La ecuanimidad de la Ley

La Ley, en su magnífica ecuanimidad, prohíbe, tanto al rico como al pobre, dormir bajo los puentes, mendigar por las calles y robar pan".

(ANATOLE FRANCE Jacques Anatole Thibault (1844-1924)

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El odio...

Creo que el odio es un sentimiento que solo puede existir en ausencia de toda inteligencia.

Tennessee Williams

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¿Buena suerte? ¿Mala suerte? Quién sabe

En una aldea de China, hace muchos años, vivía un campesino junto a su único hijo. Los dos se pasaban las horas cultivando el campo sin más ayuda que la fuerza de sus manos. Se trataba de un trabajo muy duro, pero se enfrentaban a él con buen humor y nunca se quejaban de su suerte.

Un día, un magnífico caballo salvaje bajó las montañas galopando y entró en su granja atraído por el olor a comida. Descubrió que el establo estaba repleto de heno, zanahorias y brotes de alfalfa, así que ni corto ni perezoso, se puso a comer. El joven hijo del campesino lo vio y pensó:

– ¡Qué animal tan fabuloso! ¡Podría servirnos de gran ayuda en las labores de labranza!

Sin dudarlo, corrió hacia la puerta del cercado y la cerró para que no pudiera escapar.

En pocas horas la noticia se extendió por el pueblo. Muchos vecinos se acercaron a felicitar a los granjeros por su buena fortuna ¡No se encontraba un caballo como ese todos los días!

El alcalde, que iba en la comitiva, abrazó con afecto al viejo campesino y le susurró al oído:

– Tienes un precioso caballo que no te ha costado ni una moneda… ¡Menudo regalo de la naturaleza! ¡A eso le llamo yo tener buena suerte!

El hombre, sin inmutarse, respondió:

– ¿Buena suerte? ¿Mala suerte? … ¡Quién sabe!

Los vecinos se miraron y no entendieron a qué venían esas palabras ¿Acaso no tenía claro que era un tipo afortunado? Un poco extrañados, se fueron por donde habían venido.

A la mañana siguiente, cuando el labrador y su hijo se levantaron, descubrieron que el brioso caballo ya no estaba. Había conseguido saltar la cerca y regresar a las montañas. La gente del pueblo, consternada por la noticia, acudió de nuevo a casa del granjero. Uno de ellos, habló en nombre de todos.

– Venimos a decirte que lamentamos muchísimo lo que ha sucedido. Es una pena que el caballo se haya escapado. ¡Qué mala suerte!

Una vez más, el hombre respondió sin torcer el gesto y mirando al vacío.

– ¿Buena suerte? ¿Mala suerte?… ¡Quién sabe!

Todos se quedaron pensativos intentando comprender qué había querido decir de nuevo con esa frase tan ambigua, pero ninguno preguntó nada por miedo a quedar mal.

Pasaron unos días y el caballo regresó, pero esta vez no venía solo sino acompañado de otros miembros de la manada entre los que había varias yeguas y un par de potrillos. Un niño que andaba por allí cerca se quedó pasmado ante el bello espectáculo y después, muy emocionado, fue a avisar a todo el mundo.

Muchísimos curiosos acudieron en tropel a casa del campesino para felicitarle, pero su actitud les defraudó; a pesar de que lo que estaba ocurriendo era algo insólito, él mantenía una calma asombrosa, como si no hubiera pasado nada. Una mujer se atrevió a levantar la voz:

– ¿Cómo es posible que estés tan tranquilo? No sólo has recuperado tu caballo, sino que ahora tienes muchos más. Podrás venderlos y hacerte rico ¡Y todo sin mover un dedo! ¡Pero qué buena suerte tienes!

Una vez más, el hombre suspiró y contestó con su tono apagado de siempre:

– ¿Buena suerte? ¿Mala suerte?… ¡Quién sabe!

Desde luego, pensaban todos, su comportamiento era anormal y sólo le encontraban una explicación: o era un tipo muy raro o no estaba bien de la cabeza ¿Acaso no se daba cuenta de lo afortunado que era?

Pasaron unas cuantas jornadas y el hijo del campesino decidió que había llegado la hora de domar a los caballos. Al fin y al cabo eran animales salvajes y los compradores sólo pujarían por ellos si los entregaba completamente dóciles.

Para empezar, eligió una yegua que parecía muy mansa. Desgraciadamente, se equivocó. En cuanto se sentó sobre ella, la jaca levantó las patas delanteras y de un golpe seco le tiró al suelo. El joven gritó de dolor y notó un crujido en el hueso de su rodilla derecha.

No quedó más remedio que llamar al doctor y la noticia corrió como la pólvora. Minutos después, decenas de cotillas se plantaron otra vez allí para enterarse bien de lo que había sucedido. El médico inmovilizó la pierna rota del chico y comunicó al padre que tendría que permanecer un mes en reposo sin moverse de la cama.

El panadero, que había salido disparado de su obrador sin ni siquiera quitarse el delantal manchado de harina, se adelantó unos pasos y le dijo al campesino:

– ¡Cuánto lo sentimos por tu hijo! ¡Menuda desgracia, qué mala suerte ha tenido el pobrecillo!

Cómo no, la respuesta fue clara:

– ¿Buena suerte? ¿Mala suerte? … ¡Quién sabe!

Los vecinos ya no sabían qué pensar ¡Qué hombre tan extraño!

El chico estuvo convaleciente en la cama muchos días y sin poder hacer nada más que mirar por la ventana y leer algún que otro libro. Se sentía más aburrido que un pingüino en el desierto pero si quería curarse, tenía que acatar los consejos del doctor.

Una tarde que estaba medio dormido dejando pasar las horas, entró por sorpresa el ejército en el pueblo. Había estallado la guerra en el país y necesitaban reclutar muchachos mayores de dieciocho años para ir a luchar contra los enemigos. Un grupo de soldados se dedicó a ir casa por casa y como era de esperar, también llamaron a la del campesino.

– Usted tiene un hijo de veinte años y tiene la obligación de unirse a las tropas. ¡Estamos en guerra y debe luchar como un hombre valiente al servicio de la nación!

El anciano les invitó a pasar y les condujo a la habitación donde estaba el enfermo. Los soldados, al ver que el chico tenía el cuerpo lleno de magulladuras y la pierna vendada hasta la cintura, se dieron cuenta de que estaba incapacitado para ir a la guerra; a regañadientes, escribieron un informe que le libraba de prestar el servicio y continuaron su camino.

Muchos vecinos se acercaron, una vez más, a casa del granjero. Uno de ellos, exclamó:

– Estamos destrozados porque nuestros hijos han tenido que alistarse al ejército y van camino de la guerra. Quizá jamás les volvamos a ver, pero en cambio, tu hijo se ha salvado ¡Qué buena suerte tenéis!

¿Sabes qué respondió el granjero?…

– ¿Buena suerte? ¿Mala suerte?… ¡Quién sabe!

Adaptación de un cuento popular chino

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Los tres filtros

En la antigua Grecia, Sócrates fue famoso por su sabiduría y por el gran respeto que profesaba a todos.

Un día, un conocido se encontró con el gran filósofo y le dijo: ¿Sabes lo que escuché acerca de tu amigo?

Espera un minuto -replicó Sócrates-. Antes de decirme nada quisiera que pasaras un pequeño examen. Yo lo llamo el examen del triple filtro.

¿Triple filtro?, preguntó el conocido.

Correcto -continuó Sócrates-. Antes de que me hables sobre mi amigo, puede ser una buena idea filtrar tres veces lo que vas a decir, es por eso que lo llamo el examen del triple filtro. El primer filtro es la verdad ¿Estás absolutamente seguro de que lo que vas a decirme es cierto?

No -dijo el hombre-, realmente solo escuché sobre eso y…

Está bien -dijo Sócrates-. Entonces realmente no sabes si es cierto o no. El segundo filtro, el filtro de la bondad. ¿Es algo bueno lo que vas a decirme de mi amigo?

No, por el contrario…

Entonces, deseas decirme algo malo sobre él, pero no estás seguro de que sea cierto. El tercer filtro de la utilidad. ¿Me servirá de algo saber lo que vas a decirme de mi amigo?

No, la verdad es que no.

Bien -concluyó Sócrates-, si lo que deseas decirme no es cierto, ni bueno, e incluso no es útil, ¿para qué querría saberlo?

Historia atribuida a Sócrates

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Cita sobre la paz

"La verdadera paz no es simplemente la ausencia de tensión, es la presencia de la justicia".

Martin Luther King Jr.

Fuente

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Matar a un ruiseñor

"Uno es valiente cuando, sabiendo que ha perdido ya antes de empezar, empieza a pesar de todo y sigue hasta el final pase lo que pase. Uno vence raras veces, pero alguna vez vence".

Harper Lee, Matar a un ruiseñor

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El cuenco de madera

Un hombre ya muy mayor, al ver que no podía valerse por sí mismo, decidió irse a vivir con la familia de su hijo.

Los años habían pasado y su vista estaba muy cansada, caminaba muy lentamente y en muchas ocasiones le temblaba todo el cuerpo.

Pero el gran problema venía cuando toda la familia se sentaba a la mesa, pues a él le costaba masticar y eso le obligaba a hacer mucho ruido cuando tenía la comida en la boca. Además, al coger los cubiertos con sus manos temblorosas, muchas de las veces se le caían al suelo, tiraba la sopa o derramaba toda el agua del vaso.

El pobre hombre se sentía tan inútil... sobre todo cuando pensaba en lo fuerte y ágil que había sido de joven, en todas las cosas que había conseguido hacer. No le gustaba nada ser tan dependiente de los demás, pero no podía hacer otra cosa.

Un día, su nuera, convenció a su marido de que no comiera con ellos.

-¡Ya no lo soporto más! -le dijo-, siempre hay comida por el suelo, se moja la ropa, no deja de tirar cubiertos... y además, mastica tan lento, que al final si decidimos esperarlo siempre llegamos tarde al trabajo.

Finalmente, tras las continuas quejas de su mujer, el hijo del anciano decidió ponerle una pequeña mesa en otro cuarto y comprarle un tazón de madera.

Así, pensó, instalado en otra habitación ya podrá comer a su ritmo, y con el tazón de madera ya no pasará nada si se le cae al suelo, puesk este no se romperá y no habrá que estar recogiendo los trozos.

Así pues, a los pocos días, el anciano comenzó a comer solo en eblotro cuarto.

Aunque él no hablaba, sus ojos lo decían todo, pues de vez en cuando miraba a su hijo y se le saltaban las lágrimas.

De hecho, a partir de aquel momento comenzó a comer menos, no solo porque le costara más, sino por la tristeza de verse allí solo, apartado de su hijo, de su nuera y, sobre todo, de su nieto.

La familia intentaba mirar hacia otro lado como si no pasara nada y el único que de vez en cuando preguntaba por el abuelo era e lnieto.

Pero las respuestas eran todas muy prácticas: así está mejor, come a su ritmo, no se pone nervioso...

Fueron pasando las semanas hasta que un día, los padres vieron como su hijo llevaba toda la tarde jugando con dos trozos de madera, los había estado modelando a base de golpearlos aquí y allí.

-Vaya, ¿qué es eso? -le preguntaron.

-Esto es para vosotros.

-¿Ah, sí?

-Sí, estos son los dos tazones donde vosotros comeréis cuando yo tenga mi familia y seáis mayores. Y así, yo estaré en el comedor y vosotros podréis estar en ese rincón donde ahora come el abuelo. A partir de aquel momento volvieron a comer todos juntos.

Cuento zen

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Requiem por un campesino español (Fragmento)

―En mala hora lo veo a usted ―dijo al cura con una voz que mosén Millán no le había oído nunca―. Pero usted me conoce, mosén Millán. Usted sabe quién soy.

―Sí, hijo.

―Usted me prometió que me llevarían a un tribunal y me juzgarían.

―Me han engañado a mí también. ¿Qué puedo hacer? Piensa, hijo, en tu alma, y olvida, si puedes, todo lo demás.

―¿Por qué me matan? ¿Qué he hecho yo? Nosotros no hemos matado a nadie. Diga usted que yo no he hecho nada. Usted sabe que soy inocente, que somos inocentes los tres.

―Sí, hijo. Todos sois inocentes; pero ¿qué puedo hacer yo?

―Si me matan por haberme defendido en las Pardinas, bien. Pero los otros dos no han hecho nada.

Paco se agarraba a la sotana de mosén Millán, y repetía: “No han hecho nada, y van a matarlos. No han hecho nada”. Mosén Millán, conmovido hasta las lágrimas, decía:

―A veces, hijo mío, Dios permite que muera un inocente. Lo permitió de su propio Hijo, que era más inocente que vosotros tres.

Paco, al oír estas palabras, se quedó paralizado y mudo. El cura tampoco hablaba. Lejos, en el pueblo, se oían ladrar perros y sonaba una campana. Desde hacía dos semanas no se oía sino aquella campana día y noche. Paco dijo con una firmeza desesperada:

―Entonces, si es verdad que no tenemos salvación, mosén Millán, tengo mujer. Está esperando un hijo. ¿Qué será de ella? ¿Y de mis padres?

Hablaba como si fuera a faltarle el aliento, y le contestaba mosén Millán con la misma prisa enloquecida, entre dientes. A veces pronunciaban las palabras de tal manera, que no se entendían, pero había entre ellos una relación de sobrentendidos. Mosén Millán hablaba atropelladamente de los designios de Dios, y al final de una larga lamentación preguntó:

―¿Te arrepientes de tus pecados?

Paco no lo entendía. Era la primera expresión del cura que no entendía. Cuando el sacerdote repitió por cuarta vez, mecánicamente, la pregunta, Paco respondió que sí con la cabeza. En aquel momento mosén Millán alzó la mano, y dijo: Ego te absolvo in... Al oír estas palabras dos hombres tomaron a Paco por los brazos y lo llevaron al muro donde estaban ya los otros. Paco gritó:

―¿Por qué matan a estos otros? Ellos no han hecho nada.

Uno de ellos vivía en una cueva, como aquel a quien un día llevaron la unción. Los faros del coche –del mismo coche donde estaba Mosén Millán- se encendieron, y la descarga sonó casi al mismo tiempo sin que nadie diera órdenes ni se escuchara voz alguna. Los otros dos campesinos cayeron, pero Paco, cubierto de sangre, corrió hacia el coche.

―Mosén Millán, usted me conoce ―gritaba enloquecido.

Quiso entrar, no podía. Todo lo manchaba de sangre. Mosén Millán callaba, con los ojos cerrados y rezando. El centurión puso su revólver detrás de la oreja de Paco, y alguien dijo alarmado:

―No. ¡Ahí no!

Se llevaron a Paco arrastrando. Iba repitiendo en voz ronca:

―Pregunten a mosén Millán; él me conoce.

Se oyeron dos o tres tiros más. Luego siguió un silencio en el cual todavía susurraba Paco: “Él me denunció... Mosén Millán, mosén Millán...”.»

Ramón J. Sender

Réquiem por un campesino español

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Los borrachos siempre decimos la verdad

Los que éramos la clase media ya no lo somos. Como yo millones que hemos quedado pagando la luz, el gas, y los alimentos, cuando podemos. Es decir lo mínimo para vivir.

No sé de dónde viene ya la pobreza, no me atrevo a culpar a políticos, ni a nadie, pero las cosas van muy mal.

Me siento muy triste. cuando veo a personas en el supermercado, comprando lo más barato y suplicando: "Virgencita que me quede como estoy". ¡IDIOTAS! ¿Somos idiotas los epañoles? Parece que sí... ¡Habría mucho que hablar sobre esto!

Si nuestra democracia es la Banca , las grandes fortunas, y los intereses internacionales, ¿Qué nos queda del Estado de Derecho, de la Soberanía, y de la Democracia lo que nos dicen que votemos. Todo una mentira que ya sabéis todos.

¿Qué hacemos? Nuestros hijos y jóvenes se van a ver en un mundo de pobreza, los nobles y la plebe de nuevo.

Y mientras tanto millones de idiotas dicen: "Virgencita que me quede como estoy". Joder qué asco los tengo.

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El gato del gurú

Cuando, por las tardes, el gurú se sentaba para las prácticas del culto, siempre andaba por ahí el gato del ashram distrayendo a los fieles. De manera que ordenó que ataran al gato durante el culto de la tarde.

Mucho tiempo después de haber muerto el gurú, seguían atando al gato durante el referido culto. Y cuando el gato murió, llevaron otro para atarlo durante el culto vespertino.

Siglos más tarde, los discípulos del gurú escribieron doctos tratados acerca del importante papel que desempeña el gato en la realización de un culto como es debido.

Cuento sufí

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Fábula japonesa - El samurái y su perro

Fábula japonesa - El samurái y su perro

Había una vez un samurái que solía tener la costumbre de pasear con su perro al cual tenía una gran estima.

Un día, su perro se alejó de él y jugueteaba con las hojas que caían de los árboles. Más grande fue la sorpresa del samurái, cuando de repente su perro se lanzó corriendo contra él con aire fiero y muchos deseos de morder.

El samurái, que estaba bien entrenado, desenvaino su espada y justo cuando el perro saltó le cortó la cabeza.

El samurái no entendió por qué de repente su fiel perro se puso en contra suya.

Entonces, elevó la cabeza y vio como una serpiente, que estaba en una rama, se estaba acercando peligrosamente a él. Cuando el samurái comprendió que lo que intentaba su perro era salvarle y no lastimarle, lloró amargamente.

Fue entonces cuando recordó una vieja enseñanza de su maestro:

“El sentido de una acción no siempre es fácil de interpretar. Por eso, antes de desenvainar tu espada, asegúrate que esa es tu única opción”.

Fuente



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Frase de Robert E. Howard

«Los hombres civilizados son menos amables que los salvajes porque saben que pueden ser más descorteses sin correr el riesgo de que les partan la cabeza».

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Cita de Sófocles

"El orgullo lleva consigo un castigo, la necedad". 

Sófocles, Antígona

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¿Cuánto mide la sala?

Un día, en un colegio, una maestra repartió una hoja de papel a cada alumno y les pidió que respondieran a la siguiente pregunta: ¿Cuál es la longitud exacta de la clase en la que estamos?

Los alumnos se sorprendieron al leer aquella pregunta tan extraña, pero todos comenzaron a hacer sus cálculos.

A los diez minutos la profesora recogió todos los papeles y comenzó a mirarlos.

La mayoría de alumnos habían escrito una cifra de entre 6 y 8 metros, algunos incluso lo habían acompañado con un “aproximadamente”.

-Bueno -dijo la maestra-, ninguno de vosotros ha contestado correctamente a la pregunta y eso que, en realidad, todos podríais haberlo hecho.

En este caso era fácil, la respuesta correcta era: no lo sé.

Cuento popular, “Cuentos para entender el mundo”

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Donde las dan...

Cuando los hombres se arriendan a sí mismos para disparar contra otros hombres siguiendo ordenes, sin cuestionar la justicia de su causa, no me importa si a su vez disparan contra ellos.

Herbert Spencer, Segunda Guerra Afgana (1878-1880).

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Antístenes

"No te imagines que los demás tienen tanto interés en escucharte como el que tú tienes de hablar"

Antístenes

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EL Ermitaño

En la corte real tuvo lugar un fastuoso banquete. Todo se había dispuesto de tal manera que cada persona se sentaba a la mesa de acuerdo con su rango. Todavía no había llegado el monarca al banquete, cuando apareció un ermitaño muy pobremente vestido y al que todos tomaron por un pordiosero.

Sin vacilar un instante, el ermitaño se sentó en el lugar de mayor importancia. Este insólito comportamiento indignó al primer ministro, quien, ásperamente, le preguntó:

– ¿Acaso eres un visir?

– Mi rango es superior al de visir – repuso el ermitaño.

– ¿Acaso eres un primer ministro?

– Mi rango es superior al de primer ministro.

Enfurecido, el primer ministro inquirió:

– ¿Acaso eres el mismo rey?

– Mi rango es superior al del rey.

– ¿Acaso eres Dios? -preguntó mordazmente el primer ministro.

– Mi rango es superior al de Dios. Fuera de sí, el primer ministro vociferó:

– ¡Nada es superior a Dios!

Y el ermitaño dijo con mucha calma:

– Ahora sabes mi identidad. Esa nada soy yo.

Cuento sufí

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"Los desposeídos"

“Un científico puede afirmar que su obra no es él mismo, que es pura y simplemente la verdad impersonal. Un artista no puede esconderse detrás de la verdad. No puede esconderse en ninguna parte.”

Ursula K. Le Guin

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Proverbio afgano

"Ustedes tienen los relojes, nosotros tenemos el tiempo".

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La mujer, el velo y San Pablo

3 Pero quiero que sepáis que la cabeza de todo hombre es Cristo, y la cabeza de la mujer es el hombre, y la cabeza de Cristo es Dios.

4 Todo hombre que cubre su cabeza mientras ora o profetiza, deshonra su cabeza.

5 Pero toda mujer que tiene la cabeza descubierta mientras ora o profetiza, deshonra su cabeza; porque se hace una con la que está rapada.

6 Porque si la mujer no se cubre la cabeza, que también se corte el cabello; pero si es deshonroso para la mujer cortarse el cabello, o raparse, que se cubra.

7 Pues el hombre no debe cubrirse la cabeza, ya que él es la imagen y gloria de Dios; pero la mujer es la gloria del hombre.

San Pablo, 1 Corintios 11:3-7

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Cuento - "Hermano lobo"

Cuento - "Hermano lobo"

“Una buena acción es aquella que en sí tiene bondad y que exige fuerza para realizarla”.

Montesquie

 

Un día el lobo se dio cuenta de que los hombres lo creían malo.

—Es horrible lo que piensan y escriben —exclamó.

—No todos —dijo un ermitaño desde la entrada de su cueva, y repitió las parábolas que inspiró san Francisco. El lobo estuvo triste un momento, quiso comprender.

—¿Dónde está ese santo?

—En el cielo.

—¿En el cielo hay lobos?

El ermitaño no pudo contestar.

—¿Y tú qué haces? —preguntó el lobo intrigado por la figura escuálida, los ojos ardidos, los andrajos del ermitaño en su duro aislamiento. El ermitaño explicó todo lo que el lobo deseaba.

—Y cuando mueras, ¿irás al cielo? —preguntó el lobo conmovido, alegre de ir entendiendo el bien y el mal.

—Hago por merecer el cielo —dijo apaciblemente el ermitaño.

—Si fueras mártir, ¿irías al cielo?

—En el cielo están todos los mártires.

El lobo se le quedó mirando, húmedos los ojos, casi humanos. Recordó entonces sus mandíbulas, sus garras, sus colmillos poderosos, y de unos saltos devoró al ermitaño. Al terminar, se tendió en la entrada de la cueva, miró al cielo limpiamente y se sintió bueno por primera vez.

Manuel Mejía Vallejo

Biografía



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Cita de Howard Zinn

Cita de Howard Zinn

“No hay bandera lo suficientemente larga para cubrir la vergüenza de matar a gente inocente”.

Atribuida a Howard Zinn

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Cuento sufí - "La paz perfecta"

Cierto día se celebró un concurso para ver qué artista era capaz de reflejar en un cuadro la paz perfecta.

Debido a la importancia del mismo acudieron numerosos pintores venidos de distintas partes del mundo.

En total se presentaron más de cien obras que intentaban mostrar ese momento perfecto de calma y tranquilidad.

Unas mostraban preciosos atardeceres vistos desde una playa o desde la cima de una montaña, en otras se podían encontrar bonitos paisajes inundados por la luz del sol, por las flores o por la nieve.

Pero uno de los últimos días llegó una obra un tanto extraña, pues representaba todo lo contrario: era una escena en la que el mar golpeaba con furia las rocas y de las nubes salían varios rayos que llegaban hasta el agua.

Todas las obras presentadas se fueron mostrando a un respetado maestro budista que sería el encargado de elegir la ganadora.

El problema era que, conforme le llegaban, el maestro las iba rechazando todas.

—Pero… ¿no hay ninguna más, no hay alguna diferente? Todas estas no me sirven.

—No, maestro, ya le hemos traído todas las que se han presentado al concurso… aunque, bueno… en realidad sí que hay otro cuadro, pero no se lo hemos traído porque hemos pensado que su autor se ha confundido de temática.

—Bueno, si se ha presentado tengo que darle las mismas oportunidades que al resto, si podéis traerlo…

A los pocos minutos llegaron con la pintura.

—Esta es. Como puede observar representa un escenario totalmente contrario a la paz perfecta.

El maestro comenzó a analizar la obra, la estuvo observando minuciosamente y, de pronto, se le dibujó una sonrisa en el rostro.

—Ya tenemos obra ganadora —exclamó.

—¿Qué? —contestaron todos los presentes confundidos.

—Sí, sí… mirad, mirad ahí, justo en la rama de ese árbol. Observad ese pequeño pájaro que desde su nido observaba tranquilamente la tormenta.

Todos se quedaron sorprendidos al descubrir ese detalle.

—Paz no significa estar en un lugar sin ruidos, sin problemas, sin viento, sin lluvia… Paz significa que, a pesar de estar en medio de la tormenta, ese pájaro es capaz de mantenerse sereno y tranquilo. Ese es el verdadero significado de la paz perfecta.

Cuento sufí

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Cita equidistante

"Si eres neutral en situaciones de injusticia, has elegido el lado del opresor"

Ni idea de quien lo dijo pero me resulta sugestiva

menéame