Si en el principio fue la palabra, pronto vieron la luz el cliché y el exabrupto. El lenguaje, que brota detrás de los dientes, puede nacer afilado o mordedor. Hoy, ciertos discursos públicos exhiben una crueldad descarnada y descarada, en nombre de la sinceridad, el coraje, la autenticidad y el cambio. Frente a la aburrida moderación de los tibios, contra su soporífera idea de medir cada frase, prefieren decir las cosas como son —como ellos creen que son, claro—, aunque sus voces feroces abran heridas, generen odio o hagan sufrir.
|
etiquetas: vieja crueldad , juventud , presumir