Lo que sucede en Cataluña nace de un movimiento popular, de abajo a arriba, al que se han sumado los líderes. Ellos no dirigen, solo intentan no quedar descabalgados. Es un movimiento de raíces. Mientras que el Gobierno central solo habla de legalidad, la verdadera batalla está en la legitimidad y las percepciones. Pierde en ambas. Los soberanistas han conquistado el relato, tienen una narrativa que vende ilusión.
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