Pese a que las organizaciones de periodistas no se atreven a criticar abiertamente a los medios, la realidad es que la cobertura de la crisis del ébola en relación a su principal afectada: Teresa Romero, ha sido para olvidar. La alarma saltaba hace dos semanas, primero con datos vagos de la afectada, pero a los pocos minutos con la confirmación absoluta de quién era, dónde trabajaba, vulnerando cualquier tipo de privacidad y derecho a la intimidad.
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