Me rebelo profundamente contra la exigencia de rectitud espartana a quienes creemos o dedicamos nuestro tiempo a que la sociedad sea más igualitaria. A que las personas tengan la oportunidad de ser felices. Estoy en contra de quienes quieren imponer una tristeza vital a los progresistas, mientras disculpan no la normalidad, sino los excesos de a quienes por conservadores se les presupone una actitud individualista.
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