Sin un cierto control de la privacidad no hay sociedad posible. Este control se ha dado siempre. En las sociedades tradicionales el individuo estaba tan sometido al control del grupo y su asfixiante red de costumbres y ritos que practicamente no existía; nadie tenía «vida privada». De hecho, la distinción público/privado es más bien moderna. Surge en la Europa reformista como una nueva forma de concebir el cristianismo: la de la relación íntima, privada, con Dios.
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