Parece que nadie quiere hablar de ello, pero lo cierto es que la economía de Rusia ha comenzado a estabilizarse. Pese a las históricas sanciones, la caída en default y la incertidumbre que genera la guerra, Rusia parece estar resistiendo mejor de lo esperado, al menos, en el corto plazo (en el largo, la economía parece condenada). La rápida adaptación a la nueva situación y, sobre todo, el elevado precio de las materias primas, que están generando un flujo constante (y creciente) de ingresos para el país, están ayudando a Moscú.
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