La violencia fratricida digital en el confinamiento obedece a una conocida deriva de nuestro talante: si median la máquina y la máscara, nos convertimos en energúmenos; cuando nos quitan el parapeto, nos amansamos y civilizamos(..) La pandemia ha exacerbado una bronca despolitizada, desprovista de contenido político en el sentido estricto, más allá de la culpabilización sanguinaria e infantil del adversario y las consignas partidarias
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