El papa no puede ser progresista. Y, en consecuencia, no lo es. Tomemos por ejemplo el mismo discurso que ha hecho que a cierta izquierda se le haga el culo pepsicola. Es cierto, dice cosas muy bonitas sobre los derechos de la persona y la soledad del ser humano. También se empeña en hablar como pastor, en deslizar puyitas sobre el aborto y en concluir que Europa debe volver los ojos a Dios para solucionar los males que la aquejan, ya que en caso contrario perderá su identidad. Es, en definitiva, un discurso de papa.
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