La política española, salvo honrosas excepciones, ha sufrido en las últimas dos décadas una especie de exilio interior. Los dirigentes no han vivido ni casi conocido los barrios donde vive su electorado natural. Sus entornos se han ido reduciendo a los aparatos del partido, los compañeros de escaño o los interlocutores institucionales o económicos. Y se han acabado creyendo que España era eso. Cifras, argumentarios, inauguraciones, palabras, palabras, palabras…
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