Si bien la elección de Trump ha desencadenado una rápida expansión de las corrientes fascistas en la sociedad civil y en el sistema político estadounidense, un resultado fascista no es inevitable y dependerá de la lucha opositora que ya ha comenzado. Pero ocurre que esa lucha requiere claridad para poder entender cómo hemos podido llegar a un precipicio tan peligroso. Las semillas de un fascismo del siglo XXI fueron plantadas, fertilizadas y regadas por el gobierno del presidente que deja el cargo, Barack Obama.
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