Hace más de tres décadas, Suecia, Holanda o Alemania impulsaron en la década de los 80 y 90 las primeras reformas fiscales ambientales que gravaban el derroche de energía o la contaminación e incentivaban la generación de empleo, el ahorro o la inversión, y más recientemente las energías renovables y la eficiencia energética. Estos países han seguido progresando económica y socialmente, cuentan con un tejido industrial más adaptado a la transición ecológica y han conseguido reducir notablemente sus emisiones de gases de efecto invernadero.
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